Aunque practicar buenos hábitos de salud no garantiza del todo el gozar
de una vida más larga, definitivamente puede mejorar su calidad. Si se
practican con regularidad, unas cuantas cosas simples pueden ayudar a minimizar
el riesgo de enfermedad y enriquecen la vida.
El
equilibrio es un concepto fundamental. Este debe tenerse tanto en la actividad
física como en los hábitos alimenticios. Sin embargo, estas pautas deben
inculcarse desde la más temprana infancia para que logren convertirse en
hábitos diarios. Para esto, en el caso de la actividad física, es fundamental
el ejemplo de los adultos, tanto los padres como los educadores. Son ellos los
que deben fomentar las actividades deportivas y recreativas, limitando las
horas de ocio y sedentarismo, especialmente las horas frente a la televisión,
los juegos de video y el computador. La práctica deportiva es conveniente, más
allá de sus beneficios físicos, por su contribución a la formación integral de
la persona y al desarrollo psíquico necesario para alcanzar la madurez.
En
cuanto a los hábitos nutricionales, los alimentos no son “buenos” o “malos”, lo
que importa es el equilibrio y la proporción. Es importante estar conscientes
de la importancia de los vegetales en la dieta diario, siendo estos una fuente
fundamental de nutrientes. Las carnes rojas y las grasas en general deben ser
consumidas pero en menor cantidad.
En resumen: una alimentación variada y equilibrada, junto con un aumento de la
actividad física, tienen una repercusión positiva en la salud y bienestar.
Otra manera de mantener una vida saludable es teniendo una buena higiene
personal y de nuestro entorno.
La higiene no es sólo verse limpios y aseados, implica cuidar nuestro cuerpo de
enfermedades o infecciones.
Una
forma se aseo personal que tiene que tener un carácter cotidiano es el lavado
de manos antes de cada comida. Las manos, al ser nuestras herramientas, están
expuestas constantemente a la suciedad y microorganismos perjudiciales para la
salud, de ahí que sea importante su lavado frecuente.
Una
forma de mantenernos aseados es también manteniendo nuestro medio limpio. El
aseo de tu casa y en particular de la cocina y el baño son maneras de
exponernos lo menos posible a formas de contagio de enfermedades.